Sebastian Castañeda Vita -«Refugio del alma»-

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Miles de  personas se movilizan para ver de cerca al Señor Cautivo, una Cristo tallado en madera al que sacan en procesión cada octubre en el pequeñísimo poblado de Ayabaca, en los andes del norte del Perú. Al Señor Cautivo se le atribuye la realización de todos los imposibles: cojos que caminan, enfermos que sanan, adictos que en cosa de días abandonan las drogas. A cambio, los penitentes, no dudan en desgarrarse las manos, los codos, las rodillas y en ensangrentarse la espalda como ofrenda a cambio de un milagro. La historia de la imagen data de 1751 y pinta un origen mágico para los creyentes. Hoy, frente a su contundente antigüedad, uno comprende por qué los ecuatorianos cruzan la frontera para verlo, y por qué desde el extranjero los peruanos regresan y hacen colas interminables durante la madrugada, y duermen en la calle con tal de saberse bendecidos tan sólo por una de sus miradas.

«Mi primer contacto con El Señor Cautivo de Ayabaca  fue en el año 2008, de boca de una peregrina a quien el Cautivo le había concedido un milagro, quede impactado por lo que es capaz de hacer el ser humano cuando cree fervientemente en algo, cuando se siente agradecido porque el dios en quien cree lo ha ayudado en algo, como el curarle a un familiar enfermo, librar a otro de una adicción a las drogas o al alcohol, por encontrar justicia en medio de una situación injusta o simplemente porque la fe es lo único que los impulsa a seguir.»

Vea otros trabajos en su página web: http://sebastiancastaneda.com